Como el día

Como el día

Domingo, dijiste, como el día. Y acto seguido, una sonrisa encantadora. Te conocí después de una obra de teatro, formabas parte del elenco.

Me presentaste al resto del equipo, intercambiamos números de teléfono y algún que otro mensaje. Cuando volvimos a hablar me comentaste que volvían a representar la obra en España, que habían tenido un problema con el Productor y no tenían alojamiento en Madrid. Me pediste que te recomendara algún lugar barato.

-Pueden quedarse en casa. Acabamos de mudarnos pero hay lugar.

-¿De verdad? ¿Estás segura?

-Sí, sin problema. Si no les importa compartir habitación, pueden quedarse dos o incluso tres.

Eso sí, vivo con mi madre y mi abuela.

-No te preocupes, no basta con tener dónde dormir. Son tres días de función y luego seguimos por Toledo.

 

Así fue, vinieron dos, Domingo y Laura y no sólo fueron absolutamente respetuosos con el ritmo de casa, también le aportaron luz.

Dimos una vuelta por la zona, desde el Puente de Toledo, les enseñé el Calderón. Laura preguntó extrañada, ¿Calderón? Domingo se rió: Sí, Calderón, el estadio, no va a ser Calderón de la Barca.

La costumbre, supongo. Cada uno lleva las cosas a lo que conoce.

Empezó a llover a cántaros y nos refugiamos en la tienda. Fue una buena excusa para buscar regalos. ¿Esta talla servirá para ocho años? ¿Qué te parece?

 

Volvieron a representar la obra, esta vez en otra Sala. Quisieron invitarnos, por el gesto. Les di las gracias pero no acepté, prefería pagar la entrada.

Fue muy curioso ver la obra y descubrir otros matices, sobre todo por la incorporación de alguien nuevo, que le daba un carácter completamente distinto al papel. Ahora era mucho más recio, más duro. Otra vez aquella frase maravillosa: "la masculinidad me da pereza". La directora, por cierto, era tocaya. Loquísima, muy divertida, me encantó compartir nombre con alguien así.

 

Volvimos a vernos un tiempo después, esta vez con alojamiento y una beca. Eras Ayudante de Producción. Me invitaste al preestreno de la obra, acepté.

Fue tal la conmoción que salí muda, ¿cómo podía alguien describir tan bien esa conexión con una persona que para los demás no está? El leer los pequeños gestos, el saber que el otro está ahí, aunque de manera diferente.

En ese caso se relataba la historia de una madre y un hijo pero vi a mi abuela y por supuesto, lloré.

Al acabar compartimos impresiones y fuimos a tomar algo. Comimos, ¿cómo se llamaban? Agujas de monte, sí, lo recuerdo porque le preguntaste dos veces al camarero su nombre.

Nos reímos, disfrutamos. Cuando nos separamos, a la altura del semáforo, gritaste: ¡Te quiero!

Entre risas te dije: ¡yo también!

Fue tan fácil.

 

Volvimos a vernos un domingo. Un día soleado, perfecto. Nos sentamos, yo comía un helado de frambuesa, tú un granizado de uva. Estuvimos hablando sobre el camino que nos había llevado hasta ahí, los proyectos, los giros inesperados. Te confesé que llevaba tiempo sin ejercer, que me habían robado la confianza, que había dejado de creer en mí y estaba buscando la manera de reconstruirme. Me miraste y entendiste. Otra vez, fue fácil.

 Me contaste que habías participado en unos talleres de teatro con personas de la tercera edad, la obra se llamaba "Arroz con leche". Me contaste también que en la residencia había una pareja, se sentaban por las tardes y se daban la mano, se habían enamorado. También dijiste que había una veterana que tenía más actitud que veinte jóvenes juntos, que era ocurrente como ninguno, que querías envejecer así.

 

En tu despedida te regalé La Sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro, todavía conservo la dedicatoria:

"Hay gente que es un torrente de vida, imparable, inconmensurable, que incluso lo malo lo vive bien. Estoy convencida de que es tu caso, así que gracias por compartirlo.

Espero que este libro colabore en esa idea de ser algún día un sabio, de esos que saborean el arroz con leche o se enamoran en la tercera edad, de esos que están satisfechos con la historia que llevan a cuestas y de la que tejen día a día.

Con todo el cariño y toda mi admiración.

 

M.

Madrid, 28 de febrero de 2017."

 

Puede que tu granizado no fuera realmente de uva, que la historia del arroz con leche fuera otro día y no un domingo, pero sé que si pienso en ti, sonrío; espero que si piensas en mí, sonrías también.

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6Comentarios

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