NO SOY YO, SON LOS DEMÁS

NO SOY YO, SON LOS DEMÁS

Son las siete de la mañana, fría, como el agua con la que he de asearme para comenzar el día. Mientras comienzan mis pensamientos a ponerse en marcha, me apresuro y seco mi delgado cuerpo para terminar mi turno rápido, vestirme apretándome el cinturón al mismo tiempo que aprieto también mis palabras. Deben ser justas y medidas cual película de Alfred Hitchcock; a veces creo ver el cuchillo desgarrando la sutil cortina del baño ¿sabéis que fue pionero en el thriller psicológico? ¡me encanta! ¡oh sí, me encanta!

Ahora abriré la puerta, el teléfono móvil en mi bolsillo, mis llaves, mi cartera, reviso el monedero, lo cierro, de nuevo lo abro y lo cierro, lo cierro…lo tengo todo, perfecto, excelente.

Doy educadamente los buenos días a unos u otros según nos miremos a la cara o tratemos de fingir que no existimos, por cierto, hoy es viernes quedan cinco horas. Bajo las escaleras cual John Wayne en la película La Diligencia, en su Epitacio al parecer puso “Feo, Fuerte, Formal” menos lo de fuerte, el resto soy igualito, de verdad. Tengo mi atractivo.

Bueno, mientras he ido repasando los premios y trayectoria cinematográfica ya sin darme cuenta estoy desayunando, entre algunos que vomitan otros que carraspean, otros que comen como si no hubiera un mañana y yo, que, para minimizar la exposición a tanto concierto sonoro y mal oliente, engullo una magdalena y el café con leche; que ya está tibio.

Si estuviera aquí Vito Corleone, sería gracioso el silencio sepulcral que se generaría en una sala tan pequeña y sin embargo tan masificada. Me he reído en voz alta con este pensamiento tan gracioso y ya me está preguntando la pesada de turno que de qué me río, ¡ay, señor!¡ayúdame! Voy a contestarle con educación antes de que me empiecen a mirar raro.

Llega la toma de medicamentos, la peor parte del día, a saber, qué clase de experimentos realizan con nosotros, y tanta analítica…pero no pienso decir nada, así no la cogen conmigo; yo cuanto más callado mejor.

Una, dos, tres, los vigilantes de la playa observan detenidamente el repetitivo movimiento de bocas que se abren y cierran, ja ja, qué gracioso fue ver a David Hasselhoff en esa serie después de ser el valiente caballero con su fiel coche parlante, “KIT, ven a recogerme”; ¡¡suena en mi cabeza la musiquilla de entrada de El Coche Fantástico!

Toca el pequeño descanso previo a las malditas actividades, todos los días lo mismo…¡me pusieron una nota de sobresaliente en una redacción acerca de un tema libre!, la profesora me felicitó y creo que ella sabe que yo soy una persona bastante culta.

Mientras me siento en una esquina del parque, lejos de las miradas, porque yo los veo mirarme y es verdad que me miran yo no miento, cruzo un breve saludo gestual con mi compañero de habitación; el cual, por cierto, como es habitual entorpece el comienzo de mi descanso nocturno fugándose a la compañía de otro para jugar a la baraja. Menos mal que a su hora de regreso ya las malditas pastillas han conseguido su efecto; yo duermo con mi pantalón vaquero puesto y el cinturón bien prieto. Aquí rodeado de tanto loco, nunca se sabe.

Mis actividades comienzan, no distan mucho de un sometimiento silencioso, la psicoterapeuta incordia en el trato infantil y benevolente, a veces me chirría esa actitud; menos mal que me entretengo poniendo a prueba mis conocimientos matemáticos y literarios, cual George Lucas ordenando en su cabeza las escenas que imaginaba de Star Wars, yo focalizo toda mi atención en los deberes de hoy, que son más fáciles que el juego holográfico que instaló Chewbacca en el Halcón Milenario, jaja. Ya sólo quedan 2 horas, maldito reloj, parece que también está contra mí, las horas pasan despacio.

Campana y se acabó, como cantaría las hermanas Hurtado en el magnífico programa de entretenimiento televisivo que ocupó gran parte de mi niñez y adolescencia, todos los viernes, igual que hoy, viernes, sí hoy es viernes. Subo a mi habitación para preparar las cosas, no sin antes avisar a Marcos, ¡es muy amable y atento conmigo, es mi amigo, es muy educado!

Es la hora de la libertad, coloco la ropa usada, sin que se me olvidé introducir nada de lo que conmigo traje. El bolso casi no pesa nada, cuando llegué parecía que llevaba encima tanto peso que encorvaba mi espalda y mi alma.

Cierro con la llave que cuelga de mi pecho la parte del armario que me toca, aunque sólo guardo en él pequeñas cosas para el aseo personal es mejor dejarlo cerrado con su candado, para que mi compañero no se apropie de él, ¡no es la primera ocasión que esto sucede, aquí el más tonto hace relojes!  ja, ja.

Ahora sí que, bajo las escaleras hasta la sala de recepción de familiares, a la hora acordada; comienza el recuento de sábado, domingo y el maldito lunes.

Ya entran a recogerme, esto es peor que un episodio de Psicosis, siempre esperando el desenlace final, con ella comencé la mañana y con ella termino por hoy aquí.

Ya está la firma, saludo a mi hermano y pasamos victorioso cual Rocky Balboa por el pasillo hacia el exterior. Estoy deseando llegar a mi habitación, mi verdadera habitación, en mi casa con mi familia y mi pequeño cuarto rodeado de mis amigos los cómics, mi colección de películas, mis posters y las fotos de mis actores favoritos. Me llevará mi familia al cine, o a mi tienda de cómics favorita el fin de semana.

Maldito lunes, ¡maldito, maldito! día de regreso a la locura.

Yo, ¡no soy esquizofrénico! Los locos son ellos.

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