Las montañas de Babia, por su propia belleza y naturaleza, se prestan a las leyendas. Se dicen en estas tierras donde vivimos la infancia que su gran altura se debe a que en su interior guardan los gigantes que tallaron algunos de los espectáculos visuales (naturales) de esta fértil y cautivadora tierra que es Babia.

Uno recuerda ahora, pasados los años desde la infancia, las historias que narraban los entonces sabios del pueblo (hoy viejos, ancianos, apenas vistos y menos escuchados).

Y comienza a trabajar en los bocetos para recrear mi propia visión de un personaje en concreto, Garaño, en forma de una de las esculturas en bronce de mis colecciones de edición limitada.

Garaño, el guardián de los tesoros de las cuevas

¿Y si en vez de gigantes lo que guarda la roca dura son tesoros ocultos? Si así fuera, ¿no necesitaría un guardián fuerte para alejar a los imprudentes ladrones?

Esta fue la reflexión que me llevó a imaginar a un ser magnífico, en todos los órdenes, prohibiéndome adentrarme en los secretos ocultos tras la mitología.

En mi mente, bastaba una abertura en la roca para imaginarlo, frente a mí, desafiante, firme. Con una misión que cumplir: convertirse en el siguiente integrante de mis colecciones de esculturas hechas a mano en bronce.

No debe ser fácil guardar los secretos de los interiores de la montaña de Babia y Luna cuando a tu alrededor se descubre una riqueza natural sin igual en todo el territorio nacional: ríos bravos, salvajes, como el entorno que los cobija y alimenta; verdes praderas que consiguen abstraer cualquier otro pensamiento más allá del mero disfrute; frondosos árboles pensados, por Gea, para dar sombra al observador.

De fondo, el agua que corre llevándose en ella vida, pura vida. O al menos antaño pura (en mis recuerdos), fresca; deliciosa. Como la visión de levantar el rostro acalorado en verano por la carrera hasta el río y alinear la frescura del río y la belleza de la montaña.

Se han escrito ríos de tinta de estas tierras y sus leyendas. Y, sin embargo, yo solo podía pensar que quizás el nuevo cometido de Garaño fuera, precisamente, salir de la montaña y guardar nuestras bibliotecas en forma de escultura para regalar.